Francisco Jiménez Campos
Un día 25 del mes de diciembre, exactamente a las 9:00 horas, un médico joven vestido de blanco se encontraba sentado en la banqueta frente a un hospital público donde él trabaja, su cara reflejaba cansancio y de sus mejillas escurrían ríos de lágrimas, de pronto, siente una palmada en su espalda, se trata de un mendigo, quien al verlo llorar se acercó y le peguntó: ¿qué le sucede joven, por qué tanta tristeza?, suspirando el médico le responde: estoy lleno de amargura, no me fue posible pasar la noche buena con mi madrecita, mi esposa y mi hija
-¿cuál fue el motivo?, preguntó el mendigo, y el médico contestó: en la vida de un Hospital, los médicos no tenemos un horario, si a la hora que nos toca salir se presenta una urgencia y el médico que le toca relevarte no llega, no podemos privar a los pacientes de nuestro servicio, algunas ocasiones nos pasamos más de 48 horas sin dormir y sin comer, esa es nuestra vida dentro de un hospital.
El médico voltea a ver al mendigo y cuán grande fue su sorpresa que éste estaba llorando, ¿qué le pasa? ¿por qué llora?, preguntó el médico, y aquél contestó: Cómo no voy a llorar, si a ustedes los médicos no los hemos valorado, les hemos exigido que nos atiendan, pero nunca sabemos si comieron o durmieron, pensamos que siempre ustedes tienen la obligación de atendernos a cualquier hora, pero bueno por lo menos la paga ha de ser muy buena; No, respondió el médico, está usted equivocado, todos los médicos que trabajamos en este Hospital Público, en nuestras horas de descanso tenemos que trabajar también en clínicas privadas, para poder obtener los recursos suficientes y con eso darle una vida digna a nuestra familia.
El mendigo lo miró fijamente a los ojos y le dijo: te hago una propuesta, por lo que me acabas de comentar, tu vida está ligada a trabajar sin descanso y la mía es de descansar casi todo el día, sin embargo creo que yo soy más feliz, porque trabajo poco recogiendo basura y vendiendo todo aquello que se puede reutilizar, no gasto en comida, ya que no falta alguien que me brinde un taco y siempre tengo donde dormir, lo invito a que se libere de tanta carga de trabajo y por solo un día sea mi compañero de trabajo.
El médico, al principio esbozo una sonrisa, después de unos minutos le respondió: trato hecho, pero solo un día; le va a gustar mi vida exclamó el mendigo.
Esta historia continuará…