JAVIER GONZÁLEZ CORONA
La edición número XXXIII de los Juegos Olímpicos, efectuados del 26 de julio al 11 de agosto del 2024 en la ciudad de París, Francia ha terminado y con ello, la llamada fiebre olímpica. La organización le correspondió al país que gracias a la Revolución Francesa (1789-1799) pudo derrocar al gobierno monárquico e instalar la primera República. Con el triunfo revolucionario se inició la Ilustración: movimiento cultural, intelectual y científico en el continente europeo.
Fue un evento deportivo donde, como cada cuatro años, pudo reunir a los mejores atletas del mundo. Aunque no quiero dejar de mencionar a las y los deportistas que no pudieron participar, debido a las diferencias políticas y militares de sus gobernantes con algunos de sus homólogos e integrantes del Comité Olímpico Internacional (COI), por cierto, fundado en 1894 en Paris.
Como cualquier otro país organizador de la justa deportiva, procuró mostrar en todo momento, desde su inauguración hasta la clausura, su avance científico y tecnológico. Sin embargo, tuvo un detalle con resultados desafortunados, me refiero al daño intestinal que tuvieron algunos deportistas debido a la contaminación del río Sena, orgullo natural de Paris. Al respecto, por años la población francesa y visitantes se habían quejado por la alta contaminación del río. Ante ello y con el fin de subsanar tan grave problema, el presidente Emmanuel Macron invirtió 1,500 millones de euros para sanearlo; asegurando haberlo logrado.
Por otra parte, la alcaldesa Anne Hidalgo y la ministra del deporte Amélie Oudéa-Castéra, se unieron para tal propósito incluso, para mostrar que habían logrado su objetivo, nadaron en el río días antes de iniciar las competencias. Sin embargo, después de la prueba de triatlón y natación-maratón, varios atletas terminaron vomitando y otros más, con severos problemas intestinales. La buena intención de sanearlo y el capricho de realizar pruebas en el río no tuvo buenos resultados.
En cuanto al medallero olímpico, nuevamente los EU, China y Japón encabezaron los primeros lugares. A los rusos, quienes disputan los primeros lugares, el COI vetó su participación, con el argumento de la guerra contra el país de Ucrania; aunque este último sí participó. Al país de Israel, quien tiene el mismo problema contra Palestina, también lo dejaron participar; situación que muestra el poder y control que tienen los Estados Unidos y países aliados, sobre las organizaciones internacionales. Aunado a lo anterior, observamos que los países con mayor poder económico, político y militar a nivel mundial, son quienes logran el mayor número de medallas: también en el deporte pretenden dejar constancia de su superioridad. México obtuvo cinco medallas: tres de plata y dos de bronce, colocándose en el número 65 del medallero general de 84 países participantes.
En cuanto a los Aros Olímpicos que simbolizan la unión y amistad de los cinco continentes del mundo: África, América, Asia, Europa y Oceanía; presentados de manera entrelazada y dispuestos en dos filas: tres arriba y dos abajo. En la fila superior, de izquierda a derecha tienen el color azul, negro y rojo respectivamente; la inferior, amarillo y verde. El azul representa a Oceanía por sus mares y océanos; el negro a África por el color de su gente; rojo a América por sus indígenas llamados “Pieles Rojas”; Asia es representado con el amarillo, debido al color de sus habitantes y el Verde a Europa, por su diversidad de bosques. El COI no se ha dado cuenta o no quiere hacerlo, que los pueblos han cambiado radicalmente en su forma de ver y entender el mundo, por ende, es urgente revisar y actualizar lo que representan cada uno de los colores.
En lo que respecta a nuestro país, en sus diversas participaciones olímpicas nunca ha ganado más de diez medallas en cada una de ellas. Situación que los comentaristas, analistas, críticos y periodistas, utilizan para culpabilizar a directivos de las diferentes instituciones deportivas y al gobierno en general. Olvidándose que la promoción, difusión y apoyo económico en una sociedad con un sistema económico capitalista como el nuestro, es importante la participación del estado y de los capitales privados. Sin embargo, estos últimos nunca han invertido en infraestructura deportiva, en la preparación y consolidación de los atletas de alto rendimiento, mucho menos con el deporte escolarizado a nivel estatal y/o nacional.
Para los medios de comunicación la fiebre olímpica termina prontamente, concentrándose en el fútbol, como lo hacen cotidianamente; olvidándose de sus críticas y del bajo nivel competitivo de nuestros deportistas en las diversas pruebas olímpicas; demostrando su preocupación real: los logros económicos que obtienen. Ni en el fútbol -selección varonil y femenil- que administran y dirigen, les interesó clasificarlas a las justas parisinas.
Sabemos que el deporte genera salud, valores, destrezas, socialización, autoestimas, participación, identidad y solidaridad en cualquier ente social, además es una herramienta de transformación social y desarrollo económico de cualquier país. Pero al estado mexicano y a las empresas privadas aún no les “cae el veinte” o… ¿Usted qué opina?
Posdatas
La reforma en el Poder Judicial va en serio, aunque quienes forman parte de la élite de ese poder están en franca oposición, azuzando y comprometiendo a sus subordinados a realizar un paro de labores para que defiendan sus privilegios e intereses. Insólito.
Por años, México ha estado subordinado a los Estados Unidos gracias al sometimiento de los anteriores presidentes y de la clase empresarial, sin interesarles la soberanía nacional. El embajador Ken Salazar quien ha recibido desmedida atención en los diferentes estados de la República que ha visitado, entre ellos Tlaxcala, siente tener toda la apertura y derechos para dar opiniones en asuntos que no le corresponde, junto con el embajador canadiense Graeme Clark, menos en asuntos que incumben exclusivamente a los mexicanos, como es el caso de la reforma al Poder Judicial. El reclamo por parte del mandatario nacional a los embajadores fue contundente y los paró en seco. La soberanía y el respeto a un país no se pide, ni se mendiga; se defiende y exige.