31 / Oct / 2024 | Opinión

Festejo de Día de muertos

En la etapa prehispánica la concepción respecto a los muertos parte de algo trascendente para ellos: el culto a la muerte.

Javier González Corona


Estamos por celebrar los “Días de Muertos”. En el festejo se entrelaza lo material y espiritual; en otras palabras, planteamos lo que creemos saber de la vida, para tratar de explicar lo que no sabemos de la muerte. El honrar a los muertos data de hace más de 500 años, aunque de todos es conocido que al llegar los españoles
al continente americano destruyeron gran parte de la cultura existente y la restante fue modificada de acuerdo a sus intereses colonialistas.

En la etapa prehispánica la concepción respecto a los muertos parte de algo trascendente para ellos: el culto a la muerte. Es decir, si había dioses para la vida, también tenían para la muerte, de tal manera: Mictlantecuhtli era el señor de los muertos y quien presidía el Mictlan (lugar de los muertos). Él y su esposa Mictlantecihuatl determinaban el destino de los fallecidos de acuerdo al motivo de su muerte: A los guerreros eran llevados al tonatiuhichan, casa del sol.

Las mujeres que morían por parto iban al cincalco, la casa del maíz. Los ahogados o por algún otro motivo relacionado con agua al Tlalocan, paraíso del dios Tlaloc, el resto de la gente los dirigían al Mictlan; aunque para llegar ahí, los muertos tenían que pasar por nueve lugares diferentes durante cuatro años después de su
muerte: El primero, era cruzar un río muy caudaloso llamado Chignahuapan; el segundo, pasar entre dos montañas que se juntan; el tercero, cruzar una montaña de obsidiana; el cuarto, un lugar donde sopla un viento helado, que corta la cara; el quinto, permanecer en un espacio donde deben flotar en el aire sin caer; el
sexto, atravesar un lugar donde lanzan flechas; el séptimo, evitar a las fieras que comen el corazón; el octavo, salvar lugares llenos de piedras y el noveno, atravesar un lugar donde desaparecen las almas.


En consecuencia, a los muertos no les era nada fácil llegar a su destino final, por tal motivo, los vivos debían realizar ofrendas para ayudarles. Los objetos colocados en la ofrenda eran de acuerdo al lugar que perteneciera el difunto dentro la estructura social; sin embargo, siempre se consideraba comida y algunos presentes valiosos para que al final del recorrido fuesen entregados a los dioses de la muerte.

Algunas fuentes señalan que perros (itzcuintli) y personas concorvadas o con cualquier otro problema físico, formaban parte de la ofrenda con el fin de que les ayudaran a cruzar los nueve lugares peligrosos, además de
un bastón. A los ochenta días de su muerte, sus familiares y vecinos le colocaban una nueva ofrenda, posteriormente cada año, hasta cumplir los cuatro que tardaba su complicada trayectoria.


Para los europeos de lo época en que se da la conquista, la muerte era entendida diferente: el alma se conceptuaba como algo inmortal, y según el comportamiento en vida del difunto, ésta podría ir al cielo, reencarnar alguna vez o ir al infierno, lo que dependía de la decisión divina cristiana y de alguna manera,
de la actitud responsable de los vivos, ya que dentro de las obligaciones espirituales estaba la de orar por los difuntos. De tal manera, se observa que la diferencia entre el mundo prehispánico y el mundo español, respecto a los muertos, no tan sólo es de actos, sino de esencia conceptual.


Ahora bien, se puede decir que ningún grupo social posee una cultura pura, más bien, es el resultado de todo un proceso de aculturación. La fiesta de los muertos, y con ello el ofrendarles, es una muestra fiel de ese hibridismo donde los europeos como conquistadores tienen mucho que ver. Veamos. Cuando los árabes llegan a China en el siglo VIII, conocen sus costumbres de rezar y colocar ofrendas a sus antepasados y con ello recordar las deudas que tenían con ellos.

En el mismo siglo los mismos árabes llegan a Egipto para enterarse de que éstos concebían dos espíritus en cada individuo y que al morir, uno se va al más allá y el otro, llamado “Sosia”, se quedaba vagando en el espacio
terrenal, por lo que tenían que darle de comer por lo menos un día al año.


Durante los siglos que los árabes dominaron España (8) implantaron dichas costumbres, tanto de los chinos como de los egipcios. Posteriormente, el clero español destinó dos días de noviembre como fechas específicas para ofrendar a los muertos; el día primero a los niños y el día dos a los adultos. Asimismo, cuando llegan los españoles al continente americano imponen, como a ellos les sucedió, un sinnúmero de elementos culturales, que a su vez se combinaron con los prehispánicos para producir las costumbres que a la fecha se conocen.

Según Raúl Guerrero, el acto de ofrendar a los muertos no lo trae a Mesoamérica el grupo clerical, sino los soldados. Dicho sea de paso, no es extraño afirmar que en la actualidad y años futuros tengamos que compartir el “Halloween” de nuestros vecinos del norte con nuestras fiestas de muertos, ya que como lo señala Arturo Warman, “muchas fiestas que consideramos importantes en la tradición del mexicano, al principio tuvieron que ser tan impuestas y tan manipuladas como hoy es el ´Halloween´, pues fue larga práctica histórica la que las transformó”.

En consecuencia, ese hibridismo cultural sigue siendo determinante para robustecer los elementos
culturales que a la larga se convierten en propios y que dan identidad cultural a cualquier grupo social.


Desgraciadamente, el proceso de aculturación se da básicamente de dos formas: una, mediante persuasión a través de diferentes formas y medios (uno de ellos, los medios de comunicación) y otra, mediante la imposición (la conquista). México y por ende Tlaxcala, ya vivimos la segunda hace un poco más de 500 años y la primera, tiene décadas que la venimos padeciendo por parte, principalmente, de los EU. Empero, nuestros muertos merecen que los festejemos, por lo menos una vez al año; así mantenemos vivas nuestras costumbres, tradiciones, identidad y cultura en general o… ¿Usted qué opina?

PD
Se confirma una vez más la corrupción del Poder Judicial, ahora en Tlaxcala. Un ex edil después de ser sentenciado por peculado a seis meses de prisión y una multa de 2 millones 233 mil 877 pesos, quedará en inmediata libertad después de pagar la multa. Otros ex alcaldes están iguales. Aún así dicen no estar de acuerdo
con la Reforma Judicial ya decretada y publicada en el Periódico Oficial por parte del ex presidente nacional Andrés Manuel López Obrador. Bueno… vuelvo a preguntarle ¿Usted qué opina?

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